- Excelentísimo Monseñor George Jacob, Encargado de Negocios de la Nunciatura Apostólica.
- Monseñor José Rafael Quirós, Arzobispo de esta sede metropolitana,
- Hermanos obispos concelebrantes.
- Distinguidos miembros del cuerpo diplomático y demás instituciones,
- Queridos sacerdotes, religiosas, religiosos.
- Un saludo particular a los distinguidos comunicadores y medios de comunicación que hacen posible que hoy muchos hermanos y hermanas se unan a esta celebración de fe.
- Hermanos todos en Cristo Jesús.
Como Iglesia celebramos la Solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, un día además dedicado al Santo Padre, hoy el Papa Francisco.
Las lecturas que hemos escuchado de los Hechos de los Apóstoles y de la Segunda Carta a Timoteo, nos remiten al martirio y a la entrega completa por Cristo y la Iglesia.
Pedro está en la cárcel, Herodes quiere matarlo y el ángel del Señor lo libera. San Pablo, por su parte, le escribe a Timoteo que está a punto de sacrificar su vida luego de combatir el buen combate, de llegar a la meta, y haber conservado la fe.
Este es el testimonio que hoy conservamos de estas dos grandes columnas de la Iglesia: Pedro y Pablo, tan diferentes en su personalidad pero tan unidos e identificados con el Señor. Ambos nos recuerdan que del amor a la cruz siempre brotan las semillas fecundas de la Iglesia.
Realmente, ver como Dios se ha valido de la figura de hombres frágiles para hacer fecundo su proyecto, nos llena de confianza en estos momentos, en que como Pedro y Pablo, algunas veces como Discípulos Misioneros del Señor, nos sentimos “encadenados” en medio de una sociedad donde tantos se hacen “sordos” al llamado de salvación.
Pero al mismo tiempo, nos llena de consuelo y fortaleza, contar con la oración continua de una inmensa comunidad creyente que nos alienta a seguir adelante hasta llegar a la meta, y nos recuerda, como a Pablo, que el Señor está a nuestro lado, librándonos de todos los peligros, y dándonos la fuerza para que su mensaje de salvación se siga proclamando, haciendo dichosa la vida de muchos, que como Pedro, le siguen diciendo a Jesús: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
El Día del Papa
Aunque hoy celebramos a ambos apóstoles, los textos de cierta manera nos muevan a poner especial atención en Pedro, y en relación a él, a sus sucesores. Es por ello, que, para el Pueblo de Dios, esta solemnidad es conocida como el “Día del Papa”.
Con su ministerio, el Papa es un referente del modo en que la “eterna novedad del Evangelio” se hace concreta en la historia. Por esta razón, quisiera, a partir de la persona y mensaje del Santo Padre Francisco, identificar algunos elementos, no todos, que nos ayuden a los creyentes, especialmente a nosotros como Pastores, a ser verdaderos protagonistas de una nueva etapa evangelizadora, pues “Jesús es siempre joven, Él es fuente de constante novedad” (EG 11):
1.- El Papa Francisco es continuidad, no ruptura. No pretende revolucionar la fe y la moral; lo único que ha querido es interpretarlas desde el Evangelio. Convertirlas en anuncio, más que en una mera doctrina. Para ello utiliza un lenguaje sencillo, pero no “simplificador”. Un lenguaje total, que conjuga palabra y gesto. Él mismo ha sido el primero en aplicar sus palabras, asumiendo, por ejemplo, el episcopado como un servicio, y no como un privilegio, recordándonos además a todos los creyentes, que cualquier actitud verdaderamente cristiana, nos lleva a servir, sobre todo, a los pobres, y no a buscar ser “príncipes”.
2.- El punto de partida para esta nueva etapa evangelizadora propuesta por el Papa Francisco, y que hunde sus raíces en los pontífices anteriores, es la “conversión pastoral y misionera”, que en continuidad con el Vaticano II, “consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad, que la Iglesia está llamada a hacer, a su vocación […] (cfr. UR 6)”. El cambio se gesta primeramente desde adentro, desde las mismas realidades existentes. No se puede cambiar al mundo si primero no se ha transformado el corazón de los hombres y mujeres que lo habitan. El camino que nos propone el Papa no es el de la confrontación, sino el del testimonio y la fidelidad.
3.- La clave esencial para esta conversión pastoral y misionera es ser una “Iglesia en salida”, la cual el mismo Papa define como: “la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan” (EG 24). Ya en las reuniones preparatorias del cónclave, el entonces cardenal Bergoglio había señalado que la Iglesia no debe incurrir en la autorreferencialidad, no debe ser una Iglesia que, dejándose llevar por el narcisismo, gire alrededor de sí. En el fondo de sus afirmaciones, está el principio de que la Iglesia es misionera por naturaleza, por lo que la misión no es algo que la Iglesia hace, sino que la misión es la que hace a la Iglesia.
4.- Sin olvidar el perenne mandato a la misión ad gentes, el Papa Francisco nos plantea el reto, en continuidad con San Juan Pablo II, de “una salida” que se atreva a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio, tanto las periferias territoriales como aquellas socioculturales, “especialmente las poblaciones urbanas y de las zonas rurales -sin tierra, sin techo, sin pan, sin salud- lesionadas en sus derechos. Viendo sus miserias, escuchando sus clamores y conociendo su sufrimiento…” (EG 191).
5.- La evangelización, insiste el Papa Francisco, debe hacerse desde la alegría que se produce en el encuentro con la Persona de Cristo. Pero la alegría no sólo es algo que nos mueve a evangelizar, sino que es algo que comunicamos con la evangelización, y lo que damos no es “oro ni plata”, sino “el Nombre de Jesús”, que hace levantarse y pone en camino a los “afligidos por el mal”.
6.- Creo que la palabra clave del pontificado del Papa Francisco es: Misericordia. Podría decirse que en el corazón del Papa late la idea de que “Un poco de misericordia entre las personas puede cambiar el mundo”. La misericordia, insiste el Papa, es la fidelidad de Dios a sí mismo, y como diría el gran teólogo Congar: “es la expresión de su absoluta soberanía en el amor”.
7.- El Papa Francisco nos ha enseñado también que el Evangelio es para tender puentes, no para crear barreras. Pedro y Pablo son ejemplo de ello, pues a través de su ministerio, judíos y gentiles fueron congregados en la única familia de Cristo. El Papa nos ha estado recordando la importancia de una Iglesia en diálogo, tanto hacia el interno, desde la sinodalidad, como hacia el externo, señalando espacios comunes donde nos podemos aproximar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, tal como la preocupación por el futuro de nuestra “Casa Común”.
Iglesia de opciones concretas
El Papa, pues, nos presenta todo un programa pastoral que nos debe de inquietar y llevarnos a cuestionar cómo estamos viviendo la misión que el Señor nos ha encomendado.
Una misión que pasa por hacer opciones concretas dentro de la sociedad: los pobres, los migrantes, los excluidos, los enfermos, los ancianos, los que no se pueden defender, como los niños en el vientre de sus madres, las familias y el cuido de la creación.
Agradecemos a este respecto la última encíclica que Su Santidad nos ha regalado sobre la responsabilidad de los creyentes y toda persona de buena voluntad en la conservación del medio ambiente. “Laudato si” es realmente una propuesta profética que reconoce el valor de la creación, y nos pide a todos una mirada nueva, porque el centro de esa creación es la persona que tiene que custodiar la creación que nos ha dado Cristo.
Y lo primero que debe custodiar es la dignidad de la persona, la dignidad del matrimonio y de la familia. Y sobre esa dignidad, administrar esos bienes de la naturaleza que son creados por Dios, y descubrir ese algo divino que está oculto en toda la naturaleza.
El Papa realmente nos está lanzando con mucha audacia, y por eso rezamos tanto por él para que el Señor le dé la fortaleza en esta tarea que ha emprendido.
En cada una de sus predicaciones y encuentros, el Santo Padre quiere descubrir nuevamente la dimensión del amor que se ve, que se toca, del cariño y de la ternura. Quiere que la Iglesia sea una caricia, un bálsamo de aquellos que hoy sufren, pasan hambre y mueren en la indiferencia y el olvido, también aquí en Costa Rica. Yo doy testimonio de ello por la gravísima situación de la que soy testigo en las comunidades indígenas más alejadas de la Cordillera de Talamanca.
La persona del Papa es, en sí misma, una expresión de este “nuevo modo” de ser evangelizador para nuestro tiempo: ser persona de encuentro; transmitir el mensaje con sencillez, sin necesidad de abaratarlo; acoger a todo el mundo, sin dejar de sacudir sus conciencias; irradiar paz interior, alegría, esperanza y confianza, pero agitando la vida de cuantos lo oyen, dentro y fuera de la Iglesia.
Por eso, queridos hermanos, demos gracias a Dios por el Papa Francisco, por su ministerio y por las enseñanzas que nos regala todos los días. Quiero pedirle a Monseñor George, que nos haga el favor de expresarle al Santo Padre Francisco, el afecto que le profesa el pueblo de Costa Rica y nosotros como sus pastores.
Dígale que oramos por él, que agradecemos sus catequesis y su magisterio, y que nos esforzamos y lo apoyamos para cumplir su sueño de una Iglesia más humilde, auténtica y cercana, como la quiere también Nuestro Señor Jesucristo, para ser fiel testimonio de su amor en medio del mundo.
Dígale que lo apoyamos que siga adelante:
- En la Renovación de la Curia Romana.
- En su llamado constante a presentar a la Iglesia más cercana y con corazón misericordioso
- En presentar el Evangelio con la sencillez de Jesús.
- En seguir llamándonos a ser pastores cercanos a nuestro pueblo.
Por último, dígale que nos perdone, porque nos quedamos con sus palabras y a veces no hacemos lo que nos pide. Buscamos una foto con él, pero olvidamos sus enseñanzas y ejemplos.
Por eso queremos, al celebrar esta solemne Eucaristía, en la que el mismo Señor nos fortalece con su Palabra y con su Cuerpo y con su Sangre, asumir nuestro compromiso de seguir el Evangelio sin miedo, como lo ha hecho él , para ser testimonio en medio de nuestra Iglesia y de la sociedad
Amén.
Mons. Javier Román Arias
Obispo de Limón