Queridos hermanos y hermanas. Hemos peregrinado desde nuestra amada Diócesis de Limón para ponernos a los pies de la Negrita de los Ángeles. Siempre es una alegría llegar a la casa de la mamá y sentirnos abrazados por su amor incondicional.
Por generaciones, los costarricenses hemos venido a este Santuario para pedir la intercesión de la Virgen, para atestiguar sus favores y para dar gracias con el corazón conmovido por tanto amor.
Por eso, venimos con fe y alegría, a poner nuestros anhelos, esperanzas e ilusiones, al igual que nuestros sufrimientos, para que ella, como buena intercesora ante su Hijo Jesucristo, pueda hablarnos con la experiencia de madre.
Las lecturas que hemos escuchado, nos recuerdan que con razón los cristianos llamamos desde hace siglos con el título de “Madre del Buen Consejo” a la Virgen María.
Ella vivió siempre guiada por el Espíritu de Consejo, y nos aconseja hoy a nosotros como lo hizo en las bodas de Caná, hacer siempre lo que Jesús nos diga.
Por eso, en el texto del libro de los Hechos de los Apóstoles, escuchamos cómo la primera comunidad cristiana se va formando bajo la maternidad de María.
Los que fueron testigos del acontecimiento de la Ascensión del Señor, regresan a Jerusalén para prepararse a la llegada del Espíritu Santo, en ambiente de oración y meditación: Destacan los apóstoles, las mujeres, los parientes del Señor, pero sobre todo María, la madre de Jesús…
La obra y la presencia de María, no había terminado en el Calvario, al pie de la cruz de su Hijo. Los apóstoles formaban la primera Iglesia. Y María era la madre de esa Iglesia. ¿Cómo no iba a estar María ahí? Ciertamente María, no pertenece al grupo de los apóstoles, pues no ocupa un lugar jerárquico, pero es presencia activa y animadora de la oración y la esperanza de la comunidad.
La presencia de María, allí en el cenáculo, es solidaridad activa con la comunidad de su Hijo. Ella es la que, con mayor anhelo y fuerza implora la venida del Espíritu Santo. Su vida está jalonada de intervenciones del Espíritu Santo, quien la cubrió con su sombra y obró en ella la encarnación del Hijo de Dios.
Al recibir, una vez más, la Virgen María al Espíritu Santo en Pentecostés, recibe la fuerza para cumplir la misión que de ahora en adelante tiene en la historia de la salvación: María, Madre de la Iglesia.
Todo su amor y todos sus desvelos, son ahora para los apóstoles y discípulos de su Hijo, para su Iglesia que es la continuación de la obra de Jesús. Ella acompaña la difusión de la Palabra, goza con los avances del Reino, sigue sufriendo con los dolores de la persecución y las dificultades apostólicas.
María en el cenáculo es la Reina de los apóstoles, el trono de la sabiduría que les enseñaba a orar y a implorar la venida del Espíritu, era la causa de la alegría y el consuelo de los afligidos, y por eso les animaba y aconsejaba.
María, primera seguidora de Jesucristo, nos ofrece a Jesús en su regazo como maestro, camino, verdad y vida. En efecto, a María nuestra Madre, la podemos invocar como “Madre del Buen Consejo”: es Madre de Cristo, a quien el profeta Isaías llamó proféticamente “Maravilla de Consejero»
Es así como hoy queremos celebrarla, como la Madre y Maestra que, enriquecida con el don de consejo, proclama de buen grado lo mismo que pregona la sabiduría del Antiguo Testamento: “Yo poseo el buen consejo y el acierto, son mías la prudencia y el valor” (ver Prov 8, 14).
Una mirada a nuestra realidad
No podemos negarlo, vivimos en una sociedad que camina en tinieblas, que en muchos aspectos ha perdido el rumbo y que necesita dirección, ¡qué diferente sería todo si siguiéramos el consejo de la Santísima Virgen y le hiciéramos caso a Jesús!
Tendríamos un mundo en paz, con justicia y solidaridad, todos seríamos verdaderamente hermanos, nadie pasaría hambre ni estaría abandonado. El perdón y el amor marcarían nuestras relaciones humanas, no tendríamos entre nosotros odios, envidias ni rencor.
Venimos hoy como iglesia diocesana a las plantas de nuestra amada Virgen de los Ángeles para pedirle su consejo, confiados en que acudirá a nuestra necesidad, como lo hizo en el cenáculo, reuniendo y dando valor a los discípulos para la misión.
Le pedimos que nos ayude a hacer de Limón una provincia nueva, donde se vivan los valores cristianos y las enseñanzas de la Iglesia. Un Limón transfigurado en el que las familias se reencuentren, donde luchemos juntos para recuperar la paz, donde rechacemos el narcotráfico y sus consecuencias, donde trabajemos para conservar nuestros recursos naturales, procuremos calidad de vida para todos y nos sintamos parte de una Iglesia viva, cercana y misericordiosa.
Como hijos, le traemos hoy a la Virgen nuestras penas y preocupaciones.
Ponemos en el altar a nuestros indígenas, excluidos por siglos de los beneficios del desarrollo, acallados, explotados y marginados. Traemos también la dura realidad de las personas en situación de calle, a las víctimas de la violencia y las drogas, a los desalojados, desempleados y a todos aquellos que sufren por una u otra razón.
Como saben, he asumido el compromiso de acompañar de modo particular a nuestras comunidades indígenas. En nuestras montañas de Talamanca nacen y mueren niños por causas prevenibles, hay hambre, desnutrición, desempleo, faltan escuelas, acueductos y caminos. Nuestros indígenas viven rodeados de naturaleza, es su ambiente y su cultura, pero de eso a la miseria que yo he visto con mis propios ojos, hay una gran distancia.
Acaba de establecerse que la educación preescolar es obligatoria en el país, ¡pues que lo sea también para nuestros niños indígenas! Que lleguen a ellos los comedores escolares, mejores escuelas y atención médica permanente.
Hay esfuerzos, nadie lo niega, pero se puede hacer más. Hay que capacitar a los funcionarios de la salud en las lenguas y las costumbres nativas, construir puentes en puntos claves, generar emprendimientos y proyectos productivos.
Es una pena ver como el cantón de Talamanca, con toda la riqueza humana y natural que posee, es el número 80, entre 81, en el Atlas del Desarrollo Humano Cantonal (2016). Falta visión, falta compromiso y responsabilidad de las instituciones y de la misma Iglesia con ésta gente.
De hecho, en el índice mencionado, Limón reporta a todos sus cantones por debajo del promedio nacional, una situación explicable en la precariedad del empleo en la provincia: de acuerdo a la Encuesta Continua de Empleo, la informalidad ronda el 40% de la población ocupada en la región, es decir, se trata de personas cuyos ingresos son menores a los de un salario mínimo y por lo tanto no pueden ni siquiera cubrir sus necesidades básicas de alimentación, vestido o vivienda.
Y no es algo nuevo. La Encuesta Nacional de Hogares muestra como la pobreza extrema de la región Caribe pasó de 7,5% en el 2010 a 11,1% en el 2015. Lleva razón quien afirma que la pobreza es una semilla que halló en la zona atlántica un terreno fértil para germinar y crecer con más vigor que en cualquier otra región del país.
Esta realidad tiene que sacudir los corazones y mover a la acción a las instituciones públicas, el gobierno central, las municipalidades, las asociaciones indígenas y las organizaciones no gubernamentales que operan en la provincia.
Los limonenses merecemos respeto
Todos nos alegramos por el anuncio de nuevos proyectos en nuestra provincia, modernas construcciones y carreteras, pero siempre hay quienes pierden con todo esto. No nos olvidemos de los que quedarán desempleados, no posterguemos la solución para el próximo gobierno, busquemos juntos nuevas oportunidades para que sigan llevando sustento a sus familias.
Aparte de la carretera y el nuevo puerto, se habla de una Zona Franca en Siquirres, de un nuevo aeropuerto internacional en Matina, del desarrollo de residenciales y condominios en Moín, de centros comerciales, marinas y nuevas industrias… solo el tiempo dirá si se trata de palabras que el viento se lleva o de verdaderos proyectos para incentivar el desarrollo y el trabajo a nuestra provincia.
Hace unos años hablaban de Limón Ciudad Puerto, de miles de millones de dólares en inversión, de proyectos económicos de gran envergadura, de apoyo a las iniciativas culturales y al turismo… ¿Y en qué quedó todo eso? ¡Los limonenses merecemos respeto! ¡No más palabras! ¡Queremos acciones!
Otro tema que presentamos esta mañana a La Negrita de los Ángeles es la violencia que sigue llevando luto y dolor a nuestras familias limonenses. Sabemos que hay un tema delicado de por medio, como es el tráfico de drogas, ante el cual es necesario redoblar, desde todos los flancos, una lucha frontal y decidida, que comienza en las familias, pero que incluye también la necesidad de una mayor respuesta de parte de los cuerpos policiales a este problema.
Nuestras familias y hogares tienen que ser faros de paz, lugares donde siempre queramos llegar porque encontramos tranquilidad, amor y ternura. Donde encontremos comida y cariño, donde los problemas se resuelven en paz, hablando y llegando a acuerdos.
En hogares así no hay espacio para que penetren los vicios y todo lo que conlleva ello. Tenemos que blindar nuestras familias con amor, darles a nuestros hijos razones para levantarse y querer ser mejores personas, haciendo sentir en sus vidas el amor y la misericordia de Dios.
El año pasado los limonenses nos manifestamos con fuerza en una marcha a favor de la paz y la convicencia social. ¡Los limonenses queremos paz! ¡merecemos paz! deseamos vivir sin la amenaza de quedar en medio de un tiroteo, de un asalto o un ajuste de cuentas.
Solo en el 2016, según datos del Organismo de Investigación Judicial, murieron 116 personas de forma violenta en Limón.
Es una guerra la que se libra en nuestra provincia a causa principalmente del tráfico de estupefacientes. Jovenes limonenses… a ustedes les hablo de frente, ¡cuidado con caer en las trampas de las drogas! ¡cuidado con creer que nada les va a pasar! ¡rechacen cualquier tentación de dinero fácil, esfuércense, estudien y salgan adelante de modo honesto y legal!
Cuando alguien se acerque y les ofrezca una vida fácil a cambio de involucrarse en asociaciones ilicitas, recuerden todos estos muertos, los cientos de encarcelados, el dolor de sus padres y las oportunidades truncadas por no haber dicho con firmeza que NO en su momento.
Que en nuestras pastorales juveniles, grupos de pastoral familiar, catequesis y en cada una de nuestras predicaciones insistamos en esto: a Limón lo sacamos todos adelante, cada uno haciendo lo suyo, ayudándonos mutuamente, porque ¡unidos a Cristo somos invencibles!
La esperanza no defrauda
La generación de empleo y educación crean gran expectativa en Limón. Esto supone una luz para esta población que espera con ansias el crecimiento y el desarrollo que les ha dado la espalda por años.
Deseamos en limón, no solo la presencia de más empresas, sino también la presencia de más centros de estudio, como lo son las universidad públicas y privadas. Con su llegada, miles de jóvenes podrán profesionalizarse y hacer frente a los nuevos retos que están por llegar a limón.
Si se logra generar el empleo en la zona, será beneficioso para todos los hogares, por eso es importante que quienes lleven las riendas de este país, se pongan la mano en el corazón, para invertir no solo en mega puertos, sino también en temas de educación técnica y de la enseñanza de otros idiomas, para que los jóvenes puedan responder a las demandas de las inversiones se dice se generarán.
Por eso, quiero decirles mis queridos limonenses que: ¡La esperanza no defrauda! Pues, esta es la raíz de nuestra seguridad, la raíz sobre la cual pondremos todos nuestros esfuerzos para tener un Limón nuevo.
Y con esta esperanza, debo decir en justicia también, que no debemos esperar que todo nos caiga del cielo. Hagamos lo propio, esforcémonos, tengamos ilusiones nuevas y trabajemos por un futuro mejor.
El caminar de nuestra Iglesia
Nuestra Iglesia en Limón tiene en su IV Plan Diocesano un norte. Deseamos vivir y promover en todos los agentes de pastoral una profunda conversión personal y pastoral, para que, con actitud de discípulos y misioneros podamos recomenzar, desde Cristo, una vida nueva en el Espíritu, teniendo siempre presente a los hermanos más necesitados.
Queremos impulsar en la Diócesis de Limón la Nueva Evangelización, que desde el encuentro personal y comunitario con Jesucristo vivo, forme discípulos misioneros, que guiados por el Espíritu Santo respondan a la realidad presente colaborando en la construcción del Reino.
Buscamos hacer que las comunidades, y movimientos eclesiales se pongan en estado de misión permanente, a fin de llegar a los sectores más alejados de la Iglesia, a los pobres, a los indiferentes y a los no creyentes.
Además, destacar que la vida plena en Cristo es una realidad que se comparte en el servicio a la sociedad y a las personas, para que puedan crecer y superar sus interrogantes, penalidades y conflictos con un profundo sentido de humanidad.
Lo hacemos confiados no en nuestras fuerzas, sino en el impulso de Cristo Jesús, Señor de la Historia, y contando siempre con el consejo y la protección maternal de Nuestra Madre Bendita La Negrita de los Ángeles, a quien hoy aquí en su Santuario dejaremos un ejemplar de nuestro Plan Pastoral Diocesano, con la intención de que nos guíe en su aplicación
Queridos hermanos, deseo terminar esta homilía, con la siguiente oración a Nuestra Señora del Buen Consejo:
Madre del Buen Consejo, dirige tu maternal mirada sobre nosotros.
Deseamos imitarte y seguirte para aprender a tratar y amar a Jesús,
Señor de nuestra existencia.
El será nuestro tesoro, que mostraremos con gozo a la humanidad.
Por eso te necesitamos:
“Ven con nosotros”, guíanos, Tú, Madre del Buen Consejo
y acompáñanos en la búsqueda
de aquello que Tu Hijo ha pensado hoy
para cada uno de nosotros.
Preséntanos a Jesús, enséñanos a escucharle
y a servirle donde Él nos necesite.
Recuérdanos el consejo que diste en las bodas de Caná:
“Hagan lo que Él les diga”.
Por eso Madre y Señora, sé tú la inspiración de nuestros pensamientos, la guía de nuestros pasos, la maestra de nuestra disponibilidad y la Madre y consejera de nuestra perseverancia.
Amén.